¿El pequeño Nicolás ha crecido y ahora se llama Pablo Casado?
Pablo Casado, castellano a lo Miguel Delibes pero de tez eslava, hijo y nieto de médicos, producto de colegio pijo en el que el sudor deportivo de la clase de gimnasia era la única eyaculación moralmente tolerable, se diría, sí, que la gracia sobria de su semblante aniñado y barbilampiño le impele a defenderse de todo con sonrisas.
Sin embargo a veces parece que su déficit de formación profunda (más allá de las curriculares etiquetas de Anís El Mono que expedía la Universidad Carlos III) le lleva a ejercer como abrillantador de vaguedadese ideas generales (lo cual, según los maestros del periodismo literario Azorín, Eugenio d´Ors y González Ruano, es el secreto de los articulistas y los políticos).
Si se le mira de frente, pareciera que se ha puesto traje y corbata la hispano-romana escultura de bronce del Efebo de Antequera. Pero al entrar en más detalle (por ejemplo al ponernos las gafas de cerca) parece en sí mismo el hijo putativo de José María Aznar y Ana Botella independizado ya mediante el acto de renunciar a fracasar en el arte de dejarse crecer el bigote.
Tiene las ideas bien claras pues, en efecto, es más de derechas que un LandRover
Sin embargo en las perfectísimas fotos de familia él, siempre tan estiradamente jovial como quien confunde el paso de baile con las ganas de mear, es un retrato con rubia al fondo y con conmovedora y curtidora historia de hijo enfermo pivotando en torno al marco de plata.
Y es que Pablo Casado es un conservador en lo económico y en lo moral, así, sin las exageraciones de esos rebeldes de papá o guerrilleros de mesa y mantel de Vox, y sin las herejías impías o progres de Ciudadanos (ese partido de derechas en lo económico pero de izquierdas en lo moral que hasta apuesta por legislar lo del vientre de alquiler y la eutanasia y olé (¡lo cual es algo que él le pone católicamente de los nervios!).
No suele decirse esto, pero Pablo Casado tiene madera política porque él, líder de la oposición, ya fue (la antológica pachorra de Mariano Rajoy le impedía oponerse de verdad a nadie ni a nada, y delegaba toda oposición en el fotogénico y hasta hipoalergénico Pablo Casado)…
Por eso ahora, para no repetir ni repetirse, aspira a presidente de las Españas del 78.
Mientras espera a que en la izquierda se harten de ir todos contra todos, y se peguen en el ring, y sólo quede él al fondo en pie, permanece inmóvil, semisonriente y tan inmaculado como si en la entrepierna llevara un pomo de abedul.
Tiene las ideas bien claras pues, en efecto, es más de derechas que un LandRover.
Por eso no engaña.
Si le votas sabes lo que votas y lo que va a hacer y no va a hacer.
Pero eso da mucho miedo.
O no.